"PASIÓN Y TEQUILA "

Valentina llegó a la hacienda Los Arcos cuando la fiesta anual estaba en su apogeo. Los mariachis
llenaban el aire con sus melodías vibrantes, y las luces de las linternas colgantes iluminaban el
patio con un resplandor cálido. El bullicio de risas y conversaciones mezcladas con el aroma
embriagador de tequila y flores silvestres envolvía el ambiente.
Recorriendo el lugar con la mirada, Valentina buscó a Alejandro entre la multitud. Sus encuentros
pasados, las miradas furtivas y promesas no cumplidas, resonaban en su mente, creando un
torbellino de emociones.
Alejandro estaba al otro lado del patio, rodeado de amigos y despreocupado. Su risa fácil y el brillo
familiar en sus ojos acentuaban su presencia magnética. Al verlo así, Valentina sintió un nudo en el estómago, una mezcla de nervios y emoción, sabiendo que esta noche debía ser diferente.
Con determinación, cruzó el patio. Cada paso que daba parecía resonar más fuerte que las notas
de la música, llevándola directamente a él. La distancia entre ellos se acortaba, y su corazón latía al
ritmo de la fiesta.
“Alejandro,” llamó, su voz clara sobre el murmullo de voces y música. Él se giró, y sus ojos se
encontraron inmediatamente con los de ella. En ese momento, el tiempo pareció detenerse.
“Valentina,” respondió él, permitiendo que su nombre flotara en el aire entre ellos, lleno de
familiaridad y afecto.
“Necesitamos hablar,” continuó ella, sus palabras impregnadas de una mezcla de urgencia y
vulnerabilidad. Lo invitó con un gesto a seguirla, alejándose del bullicio hacia un rincón más
tranquilo.
Caminaron juntos hacia la antigua noguera, un árbol que había sido testigo de tantos recuerdos
compartidos. Allí, bajo sus ramas, encontraban un santuario del caos de la fiesta, un lugar donde
podían ser solo ellos dos.
“Qué sucede?” preguntó Alejandro, su tono ahora íntimo y serio, casi como si ya presintiera lo que
estaba por venir.
Valentina respiró profundamente, reuniendo el valor que necesitaba. “No puedo seguir fingiendo
que solo soy tu amiga,” confesó finalmente, sintiendo cómo las palabras liberaban el peso que
había cargado tanto tiempo. “Estoy enamorada de ti.”
El silencio que siguió fue denso, cargado de significados ocultos y de sentimientos reprimidos.
Alejandro la miró con sorpresa, sus ojos reflejando una mezcla de alegría y conflicto interno.
“Valentina, yo… yo también siento algo por ti.”
El alivio se mezcló con la ansiedad en ella, pero sabía que esa declaración solo era el comienzo de
algo mucho más complicado. Alejandro desvió la mirada, sus pensamientos ya enredados en el
deber que sentía hacia su familia y la hacienda. “Pero tengo el compromiso con la hacienda, con mi
familia…”
Las palabras pesaron en el aire, una barrera tangible entre lo que deseaban y lo que la realidad les
permitía. Valentina asintió lentamente, comprendiendo aunque doliera. “Ni siquiera el amor puede
competir con